Madrugo. Y mis neuronas tardan, esta es la verdad, en despertarse del todo. Esta mañana no ha sido una excepción. Pero el despertar de mis sentidos ha sido temprano, repentino, inapelable. Escuchaba, como de costumbre, la radio cuando así, sin previo aviso, oigo la siguiente noticia: “El Defensor del Pueblo navarro recomienda revocar una sanción a un alumno del IES Valle del Ebro”. El estupor inicial no hace sino crecer cuando sigo oyendo los hechos. Estos son: un joven de 2º de la ESO de este centro de Tudela desobedeció a un profesor que le mandó que recogiera un papel que había en el suelo del patio, tras la negativa del muchacho el profesor le impone una falta que se traduce en una medida educativa: limpiar el patio; la negativa continúa pues sigue alegando que él no ha tirado el citado papel al suelo. Tras esto la sanción acaba convirtiéndose en dos días de expulsión a casa. La madre del alumno recurre al Defensor del Pueblo y éste da la razón a la familia, alegando, entre otras razones, que “resulta desproporcionado que una discrepancia entre alumno y profesor, que no tuvo ninguna trascendencia al exterior y se desarrolló de forma educada y pacífica, pueda considerarse una grave alteración de la convivencia en el centro”, que es como se consideró la conducta para que acarreara la expulsión. En la prensa escrita, en el Diario de Navarra, también aparece la noticia que puede ser consultada.
¡Madre del amor hermoso! Es mi primer pensamiento, y otros muchos que ahora intentaré poner blanco sobre negro.
Considero esta noticia una de las peores que un docente puede escuchar: la autoridad que conlleva de manera intrínseca la relación profesor-alumno pisoteada de mala manera. Al señor don Francisco Javier Enériz, a la sazón el Defensor arriba aludido, le parece, además que “se ha vulnerado el derecho fundamental a la educación del alumno sancionado, así como las garantías exigibles al derecho administrativo sancionador”. Es decir, considera que una medida adoptada por un grupo de profesionales de la educación, la inasistencia al centro, no es parte de la educación del muchacho; nos viene a decir, don Francisco, algo así como que ese derecho a la educación consiste exclusivamente en la recepción de conocimientos en el aula, pero que fuera de ella –en el patio- el profesor no tiene nada que “educar”: como si nada, se atreve a equiparar la versión del alumno con la del profesor y la convierte en una “discrepancia”. Bonito palo introducido en la rueda, ¡muchas gracias!
Para rematar la faena, y por si la injerencia fuera poca hasta aquí, concluye con una resolución que “concede un plazo de dos meses al Departamento de Educación para que informe sobre la aceptación de su recomendación y de las medidas a adoptar al respecto o, en su caso, de las razones que estime para no aceptarla”. De no hacerlo así, afirma que incluirá el caso en su informe anual al Parlamento de Navarra. El tono amenazante es más que obvio.
¿Pero adónde vamos a llegar? Una institución tan seria como el Defensor del Pueblo, a la que tanto hay que alabar en su quehacer, entrometiéndose en la actividad profesional de un profesor y de la directiva de un centro educativo. ¿No les suena esto a cuando un progenitor acude a un instituto o un colegio a pedir explicaciones sobre por qué le han quitado el móvil a su niño, solo porque ha sonado en clase? Siento vergüenza ajena de una acción tal viniendo de donde viene. ¿Qué mensaje les estamos lanzando a nuestros menores en formación? ¿Qué precedente tan inapropiado se sienta con una respuesta de este tipo? ¿Qué autoridad le resta a la profesión del profesor que lidia cada día y cada hora con las “discrepancias” de los alumnos? ¿Qué papel tiene ahora la directiva de este centro educativo? ¿Debería acatar la velada amenaza del Defensor del Pueblo o sería más apropiado “discrepar educadamente” y pasarse la resolución por el arco del triunfo?
Hoy se ha dado un paso atrás en una labor de toda la sociedad en general y del profesorado en particular: educar a nuestros menores. Para todas estas preguntas no tengo respuestas, la verdad. Aunque para la última sí: compañeros del IES Valle del Ebro de Tudela, discrepad abiertamente ante pisoteo tal, no retrocedáis ni un milímetro, tirad la recomendación de don Francisco Javier a la papelera –no al suelo.
Me parece una excelente ocasión para que nuestro Departamento de Educación ponga las cosas en su sitio y para que ayude a dignificar nuestro trabajo.
¡Desde aquí mi más firme apoyo a los compañeros del Valle del Ebro!
Añado un poco de información al asunto, pasadas ahora unas cuantas horas de reflexión y de conversaciones con compañeros. Esta información no es otra que la resolución completa que se ofrece, de manera pública, en la web del Defensor del Pueblo de Navarra. Aseguro a todo aquel que se “atreva” con su farragosa lectura que el texto no tiene desperdicio alguno, por su contenido, y también por su forma: cargadísimo de un tono legalista y de una intrincada sintaxis, por una parte, (imagino que lo propio de la labor del señor Defensor) y, por otra, con una redacción de la madre del interfecto para la que no tengo calificativos. Ahí va: “Resolución 34/2001, de 11 de febrero, del Defensor del Pueblo de Navarra, por la que se resuelve la queja formulada por doña [?].”
Suscribo lo escrito. Pero esto, aparte de escribirlo aquí, debería ser una carta al Diario de Navarra, para ser publicada y que se hagan eco de la opinión de los docentes.
Por cierto, la metáfora del arco del triunfo… ¿la pillará el Defensor? Porque es lo que hace ese chaval, ¿no? Pasarse la autoridad de sus profesores por allí. Habría que explicarla en la carta, también… :P
Josepe… Lo de la carta no parece mal idea, imagino que algún compañero del Valle del Ebro lo hará… no sé…
De momento, ayer hicieron un claustro extrordinario en el que concluyeron, cómo no podía ser de otra manera, que se ratificaban en la sanción.
Hoy en los medios de comunicación, en este preciso instante (12:30 del viernes, 25), anuncian en SER Tudela que el director del Valle va responder sobre la situación que se ha montado con todo esto. En el ‘Diario de Navarra’ hay un artículo que muestra la reacción del claustro del instituto.
También me han comentado que el Departamento de Educación se ha pronunciado apoyando al profesorado.
Bueno… muy mal por este ¿Defensor? (no puedo evitar pensar en algo así como el primo de Zumosol, jajajaja) y bien por las reacciones.
Agur !!
Esto es lo que ocurre por dar a los alumnos todos los derechos y no exigirles ningún deber ni responsabilidad. Y si ya nuestra autoridad está bajo mínimos, solo nos falta que desde instancias superiores nos desacrediten con estas resoluciones.Como sigamos así, no sé en qué va a desembocar todo esto. Si es que hemos perdido el norte.
Saludos, Rafa
Llevas razón, Virginia. Yo no lo dejaría sólo en “nuestros alumnos”, como si fuera cosa de los centros educativos en exclusiva; éstos no son más que el reflejo de la sociedad, mejor aún, una parte de ella.
Saludos, Virginia.
El fondo de la cuestión trata, a mi juicio, sobre el principio de autoridad del profesor en un centro educativo. Con esta resolución del Defensor se ha menoscabado en gran medida esa autoridad que se atribuye al profesorado y que tanto está en boca de nuestros políticos. Si de verdad se quiere reforzar ese principio de autoridad, flaco servicio se le hace con medidas como ésta y su publicidad aún da más alas para que se siga cuestionando al profesional docente. No se trataría de analizar el detalle de una actuación de las muchas que se dan cada día en los centros. Se debería reflexionar sobre el permanente estado de cuestión a que se ve sometido el profesorado en su labor educativa diaria. No deseo extenderme en su acción dentro del aula con un porcentaje significativo de alumnado no ya desmotivado sino en franca confrontación con el profesorado. Si, llegado el momento, surgen las discrepancias de pareceres, por ejemplo en lo que respecta a falta de rendimiento, tenemos todas las de perder según lo visto en la Resolución.
Mi apoyo al profesorado y equipo directivos del claustro del Valle del Ebro.
Javier, suscribo cada una de tus palabras y tus ideas.
Es nuestra profesión, así en general, la que se pone en riesgo con este tipo de acciones.
¡Un saludo!