Pruebas diagnósticas… y algo más

El lunes y el martes, 6 y 7 de mayo, los alumnos de 2º de ESO, mis alumnos en su gran mayoría de este curso, pasaron las llamadas Pruebas Diagnósticas. Éstas se vienen realizando a  nivel estatal desde 2009 y las pasan alumnos de 4º de Primaria y también los citados de 2º de Secundaria. Según se nos dice desde la Administración, sirven para saber cuál es el nivel educativo de cada alumno y también el de los centros, además –esto es de mi cosecha– se emplean igualmente para comparar las distintas comunidades autónomas de España a la hora de citar si esta o la otra tienen mejor o peor nivel académico. Lo que este curso se va a acabar diagnosticando va referido a cuatro competencias: la científica, la matemática, la comprensión lectora y la competencia lingüística en lengua inglesa.

Pruebas diagnósticas

(Imagen tomada de la web teinteresa.es)

Muy bien, al que esto escribe este año le ha tocado ser “aplicador”, es decir –según la terminología de estas diagnosis escolares–, el que reparte, controla y recoge las pruebas que realizan los alumnos. En estas me andaba yo, pues, anteayer, cuando me vi ante dos horas (“aplicaba” la prueba de ciencias y la de inglés) enteras y verdaderas para pensar tranquilamente, algo muy poco habitual en una mañana de instituto y más con los escasos y recortados huecos que tenemos desde este curso. Y casi todo lo que me surgían eran unas cuantas preguntas, no tantas respuestas razonables.

La primera cuestión es muy básica: ¿para qué sirve realmente lo que estos chavales están haciendo frente a mí? Con toda la sinceridad del mundo, considero que para casi nada: fundamentalmente están aportando el material que luego emplean unos cuantos burócratas, que no han pisado aula alguna, para alardear, o no, del nivel educativo de su comunidad autónoma. Es cierto que luego, a la vista de los resultados y sobre todo si no son muy buenos, se reflexiona sobre el asunto y se insta a los profesores a que piensen en “propuestas de mejora”, que por supuesto deben realizar estos mismos. Planes que casi siempre se quedan en estupendos proyectos en el papel y que nunca se llevan a cabo, pues la presión de las programaciones que deben ser dadas en su totalidad permiten pocas “alegrías”. Las pruebas son en papel, las propuestas de mejora son en papel: papeles y más papeles, solo eso.

Por otro lado también se me ocurrió pensar en esto de que las pruebas sean “diagnósticas”. Lo cierto es que desde que oí la palabra, hace cuatro años, ya me llamó la atención. El término nos lleva, obviamente, al ámbito de la medicina, el DRAE dice de él: “calificación que da el médico a la enfermedad según los signos que advierte”. Definición en mano, y aplicándola a lo educativo, sería algo así como calificación que da el profesor al trabajo realizado por el alumno según los resultados de las habilidades o competencias que este ha mostrado y que aquel advierte. O sea, lo que cada uno de nosotros hacemos en cada evaluación y también en septiembre: tres o cuatro veces por curso. Y aquí viene la pregunta: ¿es que a estos burócratas no les sirven para nada nuestros diagnósticos? ¿Por qué no se le da valor a la evaluación que cada profesor hace de sus alumnos durante el curso? ¿No sirven como medida del nivel académico de un alumno o de un centro los resultados obtenidos tras meses de trabajo? Y más aún, ¿qué hacemos, pues, los profesores en cada evaluación?

Creo que estas últimas cuestiones son de gran calado. Las calificaciones que obtienen los alumnos tienen bastante relevancia, considero yo, sobre todo a la hora de la promoción o la titulación. Pero parece ser que su importancia queda circunscrita a lo personal de cada alumno. En los institutos también se analizan los resultados y esto da lugar a reflexiones muy interesantes que modulan nuestro trabajo diario y que de manera muy necesaria –diría yo– nos llevan a realizar una autocrítica vital en nuestra labor. Pero vuelven a quedarse “en casa”, no sirven, a ojos de los responsables de la administración educativa, para cotejos con otros centros u otras comunidades autónomas. Lo que se nos dice es que esta comparación debe ser a partir de una prueba externa, donde se supone que a todos –alumnos, centros y por extensión profesores, digo yo– se nos pone en nuestro justo lugar.

En el fondo esta idea no me parece mala. Cierto es que las pruebas externas llevan a cabo esta función de  tomar conciencia de si el trabajo realizado va o no por el buen camino. Es lo que ocurre, por ejemplo, con las Pruebas de Acceso a la Universidad (la selectividad), pero me temo que las Pruebas Diagnósticas son otra cosa. La objetividad que aporta la prueba externa en este caso está totalmente en duda: la corrección se realiza por parte de los propios profesores del instituto o colegio, los ejercicios que hacen los chavales están en los centros muchos días antes de ser realizados, por ahí corre el rumor de que a algunos alumnos que podrían bajar el nivel se les invita a “ponerse enfermos” el día de las pruebas y también –otro rumor– se comenta que a la hora de corregir se sugiere a los profesores que lo hagan con manga ancha. Diré que son más que rumores: lo he vivido en mis propias carnes.

El día que nos “vendieron esta moto” se nos dijo (recuerdo al inspector en mi instituto asistiendo en persona para ello) que estas pruebas externas debían ser corregidas por los profesores de cada centro porque así “nos lo manda la administración y nosotros debíamos asumir esta orden”. Vamos, que no iban a pagar a nadie para que hiciera una labor que les sale gratis. Lo que no sale gratis, en estos tiempos de recortes viles y miserias para la pública, son los miles de cuadernillos –a todo color– que constituyen las pruebas.

Eso sí, las sustituciones de profesores de baja pueden esperar unos días, no pasa nada. Hay que mirar el euro hasta el centimillo. Que están los tiempos muy malos.

Contra los recortes en educación

Y esto último me sirve para comentar, aunque sea muy encima, las reivindicaciones que hoy mismo se han llevado a cabo. Vuelvo a decir para quien me escuche –o me lea– que estamos en la pública en las peores condiciones para educar de los últimos años. Desde aquí mi más firme apoyo a todos los compañeros, alumnos, padres y demás personal que hoy nos hemos manifestado en contra de la estulticia y la ruindad a la que nos quieren avocar.

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