La actividad escolar acabó hace algún tiempo y estamos en unos días muy propicios para la lectura. El fin de curso ha sido absolutamente vergonzante y nada mejor que un poco de buenas letras para dejar de lado estos asuntos que habrán de retomarse con el inicio del siguiente curso.
Así, un libro ha cautivado mis “intelectos” en las últimas jornadas: La mano de Fátima, de Ildefonso Falcones. No hace mucho que leí La catedral del mar, del mismo autor, y he de confesar que me acerqué a él con algún prejuicio -mal hecho, ya lo sé-, le había otorgado a autor y obra el “marchamo” de best seller, aunque eso de que todo el mundo lo hubiera leído me llevó a hacerlo a mí también. Pues bien, confundime. La catedral del mar acabó por cautivarme y dejé de lado algunos detalles que en un principio no me gustaron mucho: una trama excesivamente sentimalista y facilona, exagerada en el bien y el mal que lleva al lector a empatizar con la víctima de manera inexorable; y esto fue superado por el evidente gran trabajo de investigación del autor y por una escritura sencilla y elaborada que acababa por ser buena.
La mano de Fátima vuelve a tener algo de sentimentalismo un poco burdo, pero goza también de las virtudes de la otra obra de Falcones: una extraordinaria labor de documentación se rezuma por cada página del libro. Esto me gustó. Tanto que “he devorado” la obra en pocos días y me ha llevado a interesarme algo más sobre el tema cenital de la obra: la expulsión de los moriscos de España a principios del siglo XVII, su trato en los años anteriores y posteriores, las históricas guerras que ha habido -y sigue habiendo- en el mundo por cuestiones religiosas.
Así pues, me permito recomendar ambas obras y también a su autor, del que espero ya con muchas ganas que vuelva a publicar.