Una serie de investigadores se están planteando cómo está cambiando Internet nuestros hábitos de lectura y también, cómo no, nuestras mentes. Si nuestros escolares tienen problemas para una lectura prolongada y meticulosa de un artículo largo o un libro, además de los problemas de concentración de siempre, se añaden ahora los hábitos adquiridos de lectura a través de hiperenlaces, descarga de archivos, blogs… reflexiones que realiza Nicholas Carr al hilo de su último libro.
Recientemente se comentaba que los textos a los que un lector medio, con hábitos de navegación en Internet, se va acostumbrando oscilan entre las doscientas y doscienta cincuenta palabras. Esto en un texto impreso son alrededor de diez líneas. Esta sería la longitud máxima que viene a "soportar", si el texto excede esta extensión se limita a pasar a otros enlaces. Sin duda esta capacidad de atención lectora debería tener implicaciones para la práctica docente. Desde luego, el escolar del siglo XXI tiene ya una percepción "educada" en los medios digitales. Los textos de extensión media son imposibles de obviar en la enseñanza, pero la forma de abordarlos puede variar. Si estamos leyendo de diferente manera, la lectura debe realizarse con nuevos patrones…