Alicia en el país de las maravillas

“Alicia estaba empezando a cansarse de estar sentada a la orilla de un río con su hermana, que leía un libro que no tenía ilustraciones ni dibujos, hasta que se dio cuenta de que tenía al lado un conejo blanco con ojos rosados que llevaba un chaleco y un reloj. Alicia decidió seguirle hasta su madriguera a la que saltó detrás del conejo. Empezó a caer y tuvo la sensación de que ese viaje no terminaría nunca…”

Así comienza el resumen de la obra de Lewis Carroll que nos preparó Maitane.

Alicia en el país de las maravillasPasar de la aventura en estado puro y salvaje de Mark Twain al mundo de Alicia de adivinanzas y juegos matemáticos es viajar a las antípodas, las “antipáticas”, que diría Alicia. De entrada no estamos ante un cuento para niños, ni así fue concebido por su autor. Es mejor que nos lo cuenten en la pantalla, hay magníficas versiones cinematográficas, como la última de Tim Burton. Pero, indudablemente, la trama, los personajes, personas, animales, objetos, responde a los patrones de las fábulas, de los cuentos de animales e infantiles.

Carroll ha forzado estos patrones para, por medio del juego, de las adivinanzas, de los acertijos o lo mágico, retar el ingenio y la complicidad de los lectores. Yo lo leí con la edad de mis alumnos, posiblemente solo comprendí la superficialidad de la trama. Como ocurre con otras grandes obras, “Rebelión en la granja” de George Orwell me viene a la memoria, hay quien no pasa nunca del argumento aparente sin entrar en profundidades o interpretaciones filosóficas o políticas.

Como todas las obras clásicas o geniales la Alicia de Carroll ha sido muy imitada porque posee muchos de los ingredientes que fascinan al niño y adolescente, por ejemplo la magia. Ahí está todo una corriente dentro de la denominada literatura juvenil que trata de halagar la imaginación con “trucos” más o menos resultones. Se leerán, como se ven malos culebrones, mal cine, o se hojean revistas folletinescas, pero mi consejo es siempre este: Volvamos a los clásicos.

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