Se trata de uno de los libros más conmovedores que leí en la infancia. Editado inicialmente por el padre de Ana, Otto Frank con el título de “La casa de atrás”, se popularizó rápidamente, traduciéndose a muchos idiomas, convirtiéndose en un libro de cabecera de miles de jóvenes y adultos.
Probablemente este diario, con sus sucesivas ediciones en las que ha ido ampliándose el material primigenio, el que sucumbió inicialmente a la censura paterna, ha conseguido mucho más en el aborrecimiento del nacionalsocialismo, del antisemitismo, del odio racial, que otros miles de documentos, testimonios, que atestiguan la atrocidad del holocausto.
Su valor proviene de la sinceridad y la emoción que nos comunica esa adolescente que se abre a la vida y el amor, y el lector cuando abre la primera página, la cita inicial, conoce el terrible destino que aguarda a los personajes, los campos de concentración en que terminarán Edith, Margot, Hermann, Petronella, Pieter.., la protagonista. Todos, a excepción del padre de Ana, van a ser asesinados. Este elemento extratextual está gravitando en nuestra lectura, nos agranda la tragedia, hace más execrable que vaya a segarse una vida que hemos visto crecer en plenitud.
En mi lectura inicial me parecía impostado hablarle a un diario como si fuera una amiga, la Kitty de las cartas, incluso me resultaban impúdicas o infantiles muchas de las preocupaciones expresadas por Ana inicialmente, pero ahora con la distancia y a través de la lectura realizada por mis alumnos creo que el diario de esta niña judía de Amsterdam es un autorretrato que trasciende las épocas y sigue emocionando a sus lectores.