Un cartel como este solo cobra sentido con la mercancía que posa al lado, es decir, las bragas, esparcidas en el mostrador, y los libros en dos montones, referente. Se supone que el libro, a elección del consumidor, cliente comprador de bragas, el receptor en el mensaje publicitario, es un gancho, de la misma forma que la compra de productos en un supermercado te proporciona regalos de lo más variopinto, desde juegos de sartenes, a toallas o a afilados cuchillos.
Se supone que la oferta es hasta agotar existencias, posee un límite temporal, contexto. ¿Está este calculado de antemano? ¿Habrá libros suficientes para hacer frente a la compra desenfrenada de bragas? A tenor de la pila de títulos, sí. ¿Qué hará el vendedor con los libros restantes, caso de que sobren y haya agotado las bragas?
El título del primero de ellos “Elegía…”de Ángel García López y el formato similar del resto no deja lugar a la duda, se trata de poesía, quizás el género menos comercial, más proclive a ser vendido a peso – que es seguramente como los adquirió el comerciante – o terminar convirtiéndose en pasta de papel.
Pero el hecho de que estén ahí, en un tenderete de mercadillo, a punto de formar parte de una modesta biblioteca doméstica, hace renacer la esperanza, el libro pese a las profecías de mal agüero ( que de momento son eso, profecías ) no va a perecer en la era digital mientras haya demanda de bragas, prenda que tiene un futuro más que asegurado.