Otro gallo nos cantaría

incompetenteCon lo fácil que sería “copiar” los beneficios contrastados de los sistemas educativos que funcionan. O yo soy muy torpe y minimalista, porque lo veo “clarinete”, o es que los que deben hacer que esto funcione son unos incompententes, consciente o inconscientemente. Que tenemos la misión y la obligación de formar a las  mejores personas posibles en beneficio de nuestro estado, de sus ciudadanos y de la convivencia de tod@s y partiendo de ahí, todo lo demás viene después. Como se dice por aquí, “a cascarla”.

Artículo de Miguel Ángel Santos Guerra

Le preguntaron a un profesor, aquejado de problemas de disciplina y aprendizaje en el aula, cuál era su forma de afrontar la compleja situación a la que diariamente se encontraba. Sin mucha espera, sin la menor reflexión, contestó:
– Aplico la pedagogía terciaria.
– ¿En qué consiste la pedagogía terciaria?, inquirió el interlocutor.
– Muy sencillo. Consiste en que cuando tengo problemas hago lo que se tercie.

Quiero decir con estas líneas que hay que acabar en este país con la nefasta idea de que quien no sirve para otra cosa, vale para la enseñanza.

 

Lo que quería decir este profesor es que, cuando existían dificultades en el aula, actuaba como Dios le daba a entender, como se le ocurría. Es decir, al tuntún, de cualquier manera. Sin mediar investigación alguna, sin el rigor de la lógica, sin la ayuda de lecturas o consultas y, claro está, sin la menor aplicación de competencias profesionales contrastadas.

No es solo este profesor. Hay muchos profesionales de la educación y muchas personas que piensan así. Que no es necesario un conocimiento especializado, que no hace falta más que la intuición o la buena voluntad.

Existe el mito muy arraigado en nuestra sociedad de que para ser profesor no hace falta mucha preparación especializada. De hecho, para ser profesor universitario nada se pide o se exige referido a las competencias específicas de la enseñanza. Basta acreditar que se poseen conocimientos suficientes y que se han hecho investigaciones y publicaciones en la materia que se va a enseñar.

Poco más se hace en la preparación de profesores y profesoras de Secundaria. Hasta no hace mucho bastaba seguir un Curso de Aptitud Pedagógica que se solía realizar de forma apresurada, masificada y escasamente exigente. Ahora es preciso realizar un Master que ha mejorado en algo la situación, pero que considero todavía insuficiente en duración, estructura y exigencia.

En la formación de maestros y maestras se han elevado a rango de Licenciatura los estudios que antes eran solo Diplomaturas. Pero todavía queda mucho camino por recorrer, ya que la masificación es alarmante y la vertiente práctica insuficiente.

Un problema añadido es que llegan a las Facultades de Educación alumnos y alumnas que no han podido acceder a sus estudios preferidos, de modo que se encuentran realizando estudios de Magisterio personas que no solo no deseaban hacerlos sino que rechazan con fuerza su futura condición de docentes.

¿Qué decir de los procesos de selección? Acaba de terminar su tesis doctoral, bajo mi dirección, Marcos Antonio Ruiz Valle, un maestro de cuerpo y alma. Ha hecho un excelente trabajo analizando el proceso de adquisición de la condición de funcionarios de los maestros y maestras de Infantil y Primaria. Que yo recuerde, ni uno solo de los informantes (Inspectores, Directores, Profesores de Academias, Presidentes y miembros de tribunales, candidatos evaluados… considera adecuado y justo el sistema de acceso a la profesión docente.

El profesor Xavier Melgarejo ha escrito un libro titulado “Gracias, Finlandia”. Y, hablando del proceso de selección de profesores de este país dice algo tan obvio como esto: “El proceso de selección del profesorado parte de la base de que para realizar su función el profesor debe tener unas cualidades individuales que permitan el desarrollo de su función docente”. ¿Cuáles son esas cualidades? Fundamentalmente dos: capacidad educativa y sensibilidad social.

La selección se produce antes de entrar en los estudios de Formación de profesorado, no después, como hacemos nosotros. De esa manera se ofrecen las plazas que se necesitan y por eso el desempleo de profesorado es mínimo. Para acceder a los estudios de Magisterio se pide una media superior a 9 en el promedio de Bachillerato y reválida. Es decir, los mejores estudiantes tienen que dedicarse a esta tarea tan importante. Y el candidato debe demostrar su sensibilidad social por lo que se valora mucho el haber participado en actividades sociales. Concluye el profesor Melgarejo: “Los finlandeses consideran que si la persona en cuestión no muestra esos rasgos esenciales, se puede dedicar a cualquier cosa, pero no a la educación de sus hijos”.

Una vez superada esta fase, cada Facultad organiza una segunda selección de los candidatos consistente en una entrevista, el resumen de la lectura de un libro, una explicación de un tema ante una clase reducida y la demostración de habilidades artísticas. Desde la década de los 90 se añadieron dos pruebas más: una de matemáticas y otra de Tecnología de la Información.

La entrevista permite explorar aspectos que no pueden apreciarse a través de ejercicios escritos. Pienso en la capacidad de comunicación, en la actitud social y en la empatía, tan importantes en el ejercicio de la profesión docente. También permite detectar a personas con trastornos psicológicos (el margen de error, según algunos estudios es del 0.025%). El Estado se asegura así (téngase en cuenta que la enseñanza pública supera el 90% en Finlandia) que no entren en la enseñanza personas con problemas emocionales o mentales.

¿Qué decir de la selección de los formadores en las Facultades de Educación y en las Escuelas de Prácticas? “Si la nota de entrada a las Facultades debe ser superior a 9 y solo consiguen acceder estudiantes tremendamente motivados, nos podemos imaginar la calidad de los profesores de estas facultades que deben enseñar a una élite estudiantil”, dice Xavier Melgarejo.

Algo parecido sucede en Cuba. Visité el país durante un mes hace ya muchos años para estudiar su sistema educativo, que tiene luces y sombras. Pero en esta cuestión los criterios son muy razonables. Quienes, por ejemplo, desean estudiar Química y hacerse químicos, ingresan en la Facultad de Química y quienes quieren dar clase de Química van al Instituto Pedagógico de Química. Para ingresar en la Facultad de Química hacen falta, pongamos por caso, 92 puntos sobre 100. Para ingresar en el Instituto Pedagógico de Química hacen falta 98 sobre 100. Es decir, los mejores, a la enseñanza.

Quiero decir con estas líneas que hay que acabar en este país con la nefasta idea de que quien no sirve para otra cosa, vale para la enseñanza. Quiero decir también que si la tarea de la educación es importante hay que destinar a ella a los ciudadanos mejores y más capacitados del país. Y quiero decir que la sociedad tiene que manifestar a los docentes el aprecio y el respeto que merece la trascendental tarea que realizan.

Además de saber, además de tener la competencia, es preciso querer hacerlo bien. Y para eso están los sistemas de dirección y de evaluación que permiten acreditar que el profesor está desempeñado bien la tarea. Y luego hay que poder hacerlo bien. Es decir, que tiene que haber buenas condiciones para realizar el trabajo. En Finlandia, por ejemplo, cuando en una aula hay un alumno con necesidades educativas especiales, no puede haber más de 10 alumnos.

Desde mi punto de vista, la piedra angular de la mejora del sistema educativo, es el docente. Si no está bien seleccionado y bien formado, si no tiene unas buenas condiciones de trabajo y si no goza del prestigio social que se merece, estaremos abocados al desarrollo progresivo de la pedagogía terciaria.

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