Pincha en la imagen y comprobarás como desde la omnisciencia fundamentalista del físico Stephen Hawking se puede llegar a la vanguardia de la superchería. Una omnisciencia en la misma línea que la de los ingenieros del CERN que, sin perjuicio de tener la ¡Teoría del Todo!, no pudieron predecir que se les iban a “fundir los plomos” de los superconductores del acelerador de partículas durante meses; parece que ello no entraba en sus planes omniscientes. Pero no es el único caso. Existen demasiados ejemplos como el de otro cosmólogo de primera fila metido a futurólogo, el japonés Michio Kaku, con obras como la titulada “La física del futuro”. Lo que no se entiende bien es cómo alguien puede hablar con un mínimo de rigor sobre la “física del futuro” sin estar uno en el futuro, a no ser que efectivamente, tenga este físico la ciencia media de la que hablaba el filósofo y jesuita español, Luis de Molina, es decir, la ciencia divina de los “futuribles” o el conocimiento que posee Dios de los futuros contingentes o condicionados, por la cual conocería cómo actuaría cualquier sujeto libre colocado en cualesquiera de las circunstancias o condiciones posibles; es decir, hablamos de la omnisciencia divina. El abigarramiento metafísico de semejante bibliografía es realmente insuperable o no menor, por ejemplo, que la de los neoplatónicos del siglo IV.